sábado, 13 de julio de 2013

PUEBLO DEL CATATUMBO


PUEBLO DEL CATATUMBO!!!
No puedo hacer más que pronunciar estas palabras


El campesinado colombiano lleva en su genes la herencia indómita de quienes en otras épocas también se levantaron contra el despotismo y la tiranía. No es solamente una causa que los mueve, es una herencia hermosa de dignidad que les aviva a desafiar peligros, oprobios e injusticias con ese ardor comunero que llevan por dentro.

Ellos, los campesinos, gritan a los cuatro vientos su clamor desesperado pidiendo auxilio y los sórdidos burócratas, ofendidos con aquella estirpe que ha salido de nuevo a romper el gélido silencio de la indiferencia, responden a cañonazos inmisericordes. La indignación del desoído brota desde dentro de su decencia herida: se cubren el rostro, se arman de palos, escudos y piedras, luchan y resisten.

En estos días, verlos luchar en el Catatumbo, recuerda a los espartanos que junto a su líder, Leónidas, prefirieron morir peleando antes que someterse a la invasión persa. También nos refresca en la memoria a los gladiadores y esclavos que se indignaron y levantaron junto a Espartaco contra la tiranía romana. Estos rebeldes peleaban con sus puños, con palos, lanzas, hondas y piedras, las armas más antiguas de la humanidad. Leónidas y Espartaco regresaron de la muerte convertidos en miles para seguir peleando y vencieron.

Los campesinos del Catatumbo, viéndoles luchar, con sus escudos de lata y su garrotes de cañaguate, recuerda también a los campesinos de la gesta comunera de José Antonio Galán, alzados contra la tiranía pues no soportaban los abusos de los señores regentes pedirles hasta la propia vida. Galán, nuestro Leónidas y nuestro Espartaco, fue fusilado, descuartizado y sus partes volvieron a los pueblos levantados, creyeron los tiranos que para infundir temor y se equivocaron, fue para decirles que el prócer volvería a levantarlos de nuevo.

Ver a los campesinos como luchan ahora, nos recuerda a los que acompañaron a Bolívar en la Campaña Admirable, curtidos por el sol, en las manos encallecidas llevaban las señales del oprobio, ellos, llegaron llenos de gloria a la inmortal Caracas. Aquellos heroicos campesinos volvieron a su tierra hermanados con el pueblo venezolano, subiendo montañas y persiguiendo los sueños de la libertad. Tras la hazaña de cruzar el páramo de Pisba, junto a Bolívar, el guerrero, el visionario y el estratega de la independencia y de la libertad, nos conducen a la leyenda del inmortal Aníbal cruzando con sus púnicos los Alpes para caer sobre Roma.

Esos negros que hoy también luchan por su Catatumbo, que es su territorio, su casa y su abrigo, sienten en sí mismos a la raza que resistió en sus palenques contra la esclavitud, a quienes también hizo honor el coronel patriota Juan José Rondón. Hoy se eleva muy alto su nombre en el cerro del Pantano de Vargas.

La arrogancia de los burócratas no les permite comprender cuan valiosa y guerrera es esa estirpe a quienes le niegan sus derechos, se creen vencedores porque ostentan el poder y la fuerza. No aprenden de la historia, quién iba a creérselo antes de verlo, el fracaso inesperado del general Barreiro en la batalla del Pantano de Vargas, quien viendo escuálidos y casi derrotados a los guerreros patriotas e hinchado de prepotencia, exclamó: “Viva España! Ni Dios me quita la victoria....!”. De aquel momento de decisión nace la gloria de ese negro sublime, Juan José Rondón, que como una sombra desalada, espoleó su caballo y poniendo en guardia su lanza dorada, bajó con sus catorce jinetes por la falda del Cerrito donde se hallaba Bolívar, agitando el sombrero campesino y gritando: “¡Camaradas! ¡Los que sean valientes síganme! porque en este momento triunfamos”. Con rapidez increíble cayeron sobre los lujosos y bravos tercios españoles, derribándoles de sus preciosos corceles como a los ominosos muros del despotismo.

No se equivoque presidente Santos, la batalla de los campesinos tiene hoy otros escenarios y representaciones, pero lo que quiero decir, es que dentro de esos hombres, mujeres y niños bulle el coraje, la dignidad con el sufrimiento, la desesperación como la del que quiere romper los grillos de la opresión. Por eso han tenido tan increíble fuerza, por tanto elevan al viento sus machetes, para decir que existen, que los usarían si les toca defenderse, como los han usado labrando la tierra.

Usted sabe presidente, y por eso se la niega, que la Zona de Reserva Campesinas es la armadura legal para contener las avasallantes empresas transnacionales. Por ella luchan con sus escudos de lata, con sus gritos de auxilio, con las imágenes aterradoras de la miseria, con la fuerza de una voluntad invencible diciéndole al mundo que el gobierno los mata, que los expulsa de la tierra, porque a criterio de los burócratas, el carbón vale más que todos ellos juntos. ¡Oh!, precioso caudal humano como lo es el paisaje y las riquezas de tu territorio, solo quieren dejarte el excremento de los inversionistas extranjeros.

Los campesinos luchan por el derecho a la vida y a producir patria, en un territorio que comparten con el pueblo Barí, heredero de los 13 mil indígenas que mataron las tropas oficiales por encargo de la multinacional petrolera Colombian Petroleum Company y de los miles que han muerto de desnutrición y malaria.

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