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Salvo un anarquista, a nadie sensato se le ocurre lanzar una plataforma que para realizarse suponga la destrucción del Estado que aspira conducir.
Eso es lo que están haciendo Uribe y su entorno íntimo, pues sus propósitos políticos se reducen a insistir en la guerra que no pudieron ganar durante ocho años, y a promover el malestar de los militares contra el gobierno de Santos. No hay en el uribismo propuesta alguna para combatir la corrupción, reducir la pobreza o incrementar el empleo; esas preocupaciones no pasan por el meridiano del incendiario grupo político.
Peligrosa empresa la de estar alborotando la milicia, porque esas aventuras se sabe cómo comienzan pero nunca cómo terminan. En 1995 circularon los mismos rumores y panfletos golpistas, y en ese ambiente de conspiración ocurrió el execrable crimen de Álvaro Gómez.
Los correos electrónicos de los últimos días, en los que unos militares retirados abiertamente promueven el retiro del presidente Santos, son algo más que inquietantes, tanto más cuanto que las justificaciones que han dado ofenden la inteligencia.
En efecto, mientras en esos correos electrónicos los irresponsables exmilitares pregonan que si Santos no cumple sus compromisos electorales habrá que “removerlo del cargo, encargar un gobierno provisional y convocar elecciones en un tiempo no mayor de seis meses”, cuando se vieron sorprendidos, salieron a decir la bobería de que no estaban promoviendo un golpe de Estado, sino hablando en tono coloquial. Vaya curiosa forma de dialogar quienes hablan al oído de los militares activos.
Ese lenguaje pirómano que convirtió el último atentado terrorista en un provechoso acto politiquero, es común en Uribe, los militares en retiro y Fernando Londoño, quien a propósito ya recobró su actitud hosca de siempre, ahora peleando por un reloj y tratando de que por cuenta del atentado el país olvide que es y seguirá siendo el “Héroe de Invercolsa”. Esa coincidencia se suma a la provocadora intervención del senador Juan Carlos Vélez, en la que con su arrogante tono fascista se atrevió a decir en una sesión del Senado que ojalá las Fuerzas Militares fueran deliberantes, para que ocuparan el sillón donde se encontraba el Ministro de Defensa.
Lo peor de todo es que esta odiosa campaña desestabilizadora no tiene freno ni regreso, porque además de que la disfrutan Uribe y su sectario séquito, en su alucinante carrera por volver al poder a como dé lugar, ni siquiera se han detenido a considerar las gravosas e irreparables consecuencias que se generarían de llegar a triunfar la demencial oposición con la que están incendiando la Nación entera.
Adenda No 1. Desconcertante la afirmación del presidente del Consejo de Estado, Gustavo Gómez Aranguren, según la cual la Corte Suprema de Justicia, presidida por el maestro Alfonso Reyes Echandía, de la que hicieron parte Manuel Gaona, Carlos Medellín, Darío Velásquez, Fabio Calderón, Ricardo Medina, y tantos otros juristas y humanistas, era “indolente, poco sensible a construir los valores que ahora se tienen en un Estado social de derecho”. La pluma de Yesid Reyes tuvo a bien recordar los logros y aciertos de esa Corte que insólitamente ignora el dignatario del Consejo de Estado. Y resulta sorpresivo que con esa andanada se haya intentado legitimar el lobby de unos magistrados en trance de mejorar sus pensiones, ante ciertos congresistas investigados por esos magistrados, sin que nadie se declare impedido, porque todos están entregados a la orgía de las indecentes concesiones mutuas.
Adenda No 2. Hay que acompañar el próximo 28 de mayo en la Plaza de Bolívar, a las 10 de la mañana, al Observatorio Nacional Permanente para la Administración de Justicia, en la protesta convocada contra la “reforma inmoral de la justicia”.
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