miércoles, 12 de octubre de 2011

EL ABORTO

Ojalá les duela una mujer en todo el cuerpo

Florence Thomas
Quiero creer que no dejarán progresar un proyecto que nos devolvería al pequeño club de países que siguen considerando a las mujeres como ciudadanas de tercera.

    Por cuarta vez en el año escribo sobre el aborto. En esta ocasión lo hago a propósito de los últimos debates generados por el proyecto de acto legislativo 06 del 2011, presentado por el Partido Conservador, que pretende modificar el artículo 11 de la Constitución con la pretensión de "proteger la vida desde el momento de la fecundación". De hecho, el propósito de los sectores más retrógrados de la sociedad y de las iglesias es tumbar la sentencia C/355 del 2006, que despenalizó el aborto en tres casos excepcionales.
    He aprendido a asumir los retos de vivir en democracia y a escuchar las diferencias, aun cuando son inconcebibles las que se refieren a la autonomía de las mujeres para decidir sobre su cuerpo. Y esta vez lo hago con determinación porque hoy, como lo dijeran tan bellamente Jorge Luis Borges y Gioconda Belli, "me duele una mujer en todo el cuerpo". Sí, me duele que se juzgue con tanta ligereza a las mujeres que optan por su vida y toman la difícil opción del aborto cuando han sido violadas o tienen el riesgo de morir si siguen con su embarazo o albergan en su útero un feto malformado.
    Me duelen todas estas voces de hombres -dirigentes del conservatismo, hombres de iglesia, jueces, médicos y administradores de EPS, entre otros- que nunca tendrán que vivir el dolor del alma y de todo el cuerpo que se sufre en el momento de decidir de manera responsable la interrupción de un embarazo.
    Me duele su falta de empatía, me duele que se sientan tan dueños de un saber que no les pertenece. Y me pregunto qué pueden saber los hombres de esta historia sellada en nuestra piel, en nuestra subjetividad, una historia que nos recuerda de manera incesante que nuestro cuerpo ha sido colonizado durante siglos y sigue siendo una pantalla sobre la cual se proyectan órdenes, deseos y fantasmas masculinos.
    Quisiera que les duela también una mujer en todo el cuerpo, ese cuerpo suyo tan masculino y tan lejano al nuestro. Hoy, con tristeza, vuelvo a preguntarme: ¿cómo se atreven a juzgarnos, a amenazarnos y a castigarnos? Lo único que me alienta todavía es constatar que sus condenas no han servido de mucho. Hemos seguido adelante y sus amenazas, excomuniones y censuras no nos asustan. Nos sentimos cada vez más acompañadas por intelectuales, líderes de opinión, medios de comunicación -un editorial reciente de 'El Espectador' y, el jueves pasado, el editorial de EL TIEMPO- y organismos internacionales. Estos nos ayudan a reconfirmar a Colombia como un Estado laico, con una mirada pluralista, que incluye la libertad de cultos y al cual le corresponde impedir que una confesión de fe pueda ser la base de políticas de Estado.
    Esperamos que las más altas esferas del Gobierno -el Presidente de la República, los ministerios concernidos y la Alta Consejera Presidencial para la Equidad de la Mujer, Cristina Plazas Michelsen- no nos defrauden, sigan siendo aliados nuestros y garanticen realmente el derecho a la vida de las mujeres.
    Yo quiero creer que no dejarán progresar un proyecto que nos devolvería al pequeño club de países que siguen considerando a las mujeres como ciudadanas de tercera (El Salvador, Nicaragua y Chile, entre otros). Quisiera también recordar a todos y a todas que, aun en los 56 países del mundo donde la interrupción voluntaria del embarazo está legalizada sobre simple demanda de una mujer, ninguna está obligada a abortar. Nadie obliga a una mujer a abortar. Solo ella puede y debe decidir. Nadie más. Ni el Estado, ni la Iglesia o las iglesias, ni su compañero. Y para Colombia es imprescindible que se mantenga la despenalización en los tres casos excepcionales y que a todos y todas nos duela una mujer en todo el cuerpo.
* Coordinadora del grupo Mujer y Sociedad
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