domingo, 28 de diciembre de 2014

VIVIR CON RESPETO EN LA DIFERENCIA


El anuncio de Obama sobre Cuba les quita a los uribistas sus argumentos más fuertes en contra del proceso de paz.
 A cambiar de enemigo
Esta semana que acaba de pasar será recordada como el momento en que los opositores recalcitrantes al proceso de paz se quedaron sin enemigos y sin argumentos. El primer baldado de agua lo recibieron los uribistas cuando se conoció la noticia de que los Estados Unidos y Cuba reanudaban sus relaciones diplomáticas, luego de 54 años de un histórico distanciamiento. Y no era para menos. La noticia aplastó, y sin ninguna misericordia, la tesis que más le ha servido al uribismo para ganar adeptos en contra del proceso de paz: la de que en La Habana se está negociando con las Farc la entrega del país al castrochavismo. 

Y la aplastó por varias razones. La primera de ellas es que deja sin piso la tesis de que todo lo que tenga que ver con Cuba es candidato ideal para ser enviado al infierno. Con esa tesis María Fernanda Cabal ha mandado al averno al nobel García Márquez y a todo el que se atreva a estar de acuerdo con el proceso de paz o muestre agradecimientos con Cuba por apoyar el proceso de paz. En ese grupo de maléficos ha caído hasta el propio presidente Santos a quien la propaganda uribista lo ha convertido en un redomado comunista, a pesar de ser un hombre de centroderecha que no pasa de ser un moderado reformista. Sin embargo, ahora resulta que ese demonio ha reanudado relaciones con Estados Unidos. ¿Qué podrán decir ahora? ¿Mandarán acaso a la hoguera del infierno también al presidente Obama y al mundo entero que ha recibido con aplausos la noticia del descongelamiento en las relaciones de esos dos países? ¿Saldrán a decir ahora que el gobierno de Estados Unidos es también castrochavista?

El senador Uribe fue el más descolocado de todos los que se oponen al proceso con esta noticia mundial. Días antes de este histórico anuncio había salido denunciando en el Nuevo Herald de Miami a varios miembros de la delegación cubana en Colombia a quienes señaló de pertenecer al Servicio Secreto y de estar infiltrando a los medios de comunicación colombianos. Solo le faltó decir al senador Uribe que al primero que lo infliltraron fue a él, —¿o tal vez sería al contrario?—, cuando fungía como presidente y tuvo un diálogo fluido con esa embajada durante sus ocho años de gobierno debido a que mantuvo abierta en La Habana una mesa de negociación con el ELN casi seis años. En esa época no había denuncias de infiltrados ni señalamientos, ni mucho menos se hablaba de castrochavismo.   

Este anuncio no solo les quita a los uribistas sus argumentos más fuertes en contra del proceso, sino que les quita los miedos sobre los cuales ellos han erigido su exitosa propagada. Es evidente que la tesis de la amenaza castrochavista está sustentada en el temor de muchos colombianos al cambio; en el susto frente al otro que es diferente y sobre todo frente a la posibilidad de que algún día los guerrilleros que hoy están en el monte echando bala y matando niños con sus minas antipersonas, terminen mañana en el Congreso, cambiando su fusil por la arena política. 

Esta noticia lo que hace es desactivar los ánimos entre contrarios y abrir un proceso para que los dos países, Cuba y Estados Unidos, puedan vivir con sus diferencias en medio del respeto. Todavía hay muchos obstáculos que remontar pero es innegable que hoy estamos más cerca del fin del bloqueo que de su prolongación en el tiempo. Y ese clima de acercamientos entre distintos está basado en la construcción de confianzas y no en la manipulación del temor que es en lo que hasta ahora el uribismo ha sido imbatible. 

La semana terminó con el anuncio de la tregua unilateral indefinida decretada por las Farc, noticia que vino empacada en unas condiciones que fueron calificadas por el presidente Santos como un regalo de una rosa cuyo tallo estaba lleno de espinas. La tregua  planteada por las Farc tiene varias espinas, es cierto. La más difícil de manejar no es verificable por ninguno de los organismos que ellos mismos plantearon. Ninguno tiene ni los recursos, ni los medios para verificar nada, amén de que no hay nada más difícil que verificar treguas unilaterales. 

Pero incluso con las espinas que nos envió esa tregua de las Farc, —la sostenemos sin límite de tiempo, pero si el Ejército nos ataca la rompemos—, también resultó derrotado el uribismo que siempre ha dicho que su paz sin impunidad comienza por una tregua unilateral indefinida. Sin embargo, en el momento en que las Farc la plantea, ellos ni siquiera la consideraron, demostrando en el fondo que el uribismo recalcitrante quiere es la guerra y que por más que esa rosa hubiera llegado sin espinas, ellos se le habrían opuesto como una mula muerta.

La semana terminó con las Farc pidiendo perdón por la masacre de Bojayá, hecho que pasó un tanto inadvertido entre tanta noticia. El fin del bloqueo a Cuba se acerca y con él parece venir el fin del conflicto en Colombia. Colin Powell relató en la conferencia que dio en Bogotá invitado por El Espectador, una anécdota que viene al cuento. El secretario de Estado estaba un día en Moscú frente a Gorbachov y el presidente se quejaba de que los norteamericanos no creían en la perestroika que él estaba llevando a cabo en su país. Y en un momento dado se le quedo mirando a Powell y le dijo: “Tienes que cambiar de enemigo”.

Eso es lo que van a tener que hacer los uribistas y los anticastristas con lo que se les viene. A cambiar de enemigo porque el que tenían se les está acabando. Ese sería un buen propósito de fin de año.


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